Cuando nos encargaron este trabajo, digamos que fue todo un reto para nosotros, se trataba de una pareja muy especial y por lo tanto su boda tenía que ser diferente. Intentamos conservar la fuerza que nos ofrecía el espacio, una antigua nave de la estación del tren, con una estética marcadamente industrial, techos muy altos, puertas de hierro, paredes imperfectas y suelo de cemento, una combinación perfecta de elementos.
Teníamos claro que la ceremonia no podía ser nada convencional, ya que todos queríamos sorprender con el resultado y entonces fue cuando surgió la idea de hacer una escenografía, se casarían encima de un escenario y éste estaría presidido por una cama, una cama blanca con fondo negro, como si de una obra de teatro se tratase y ellos sus actores principales. La idea les encajó y nos pusimos manos a la obra.
El mes de noviembre, es un mes marcado por colores otoñados, por el frío, por ramas desnudas, musgo, hiedras y humedad y eso fue en lo que pensamos para las mesas, construiríamos un bosque dentro, como si la nave hubiese sido absorbida por la naturaleza tras años de abandono…
Y para aumentar esa sensación de magia que siempre inunda al bosque, utilizaríamos la luz de las velas, cientos de velas encendidas, solo rotas por la iluminación de lámparas de cristal suspendidas en lo alto.
Había que separar el espacio en dos zonas totalmente diferenciadas, por un lado el espacio banquete/ceremonia y por otro la zona de baile, en donde se situarían cinco barras con diferentes temáticas, para ello el arco que separa la nave ayudó en gran medida, ya que permitió que esta zona permaneciera oculta hasta el momento del baile. Cabe destacar que la iluminación con la que se envolvió todo el espacio tuvo una gran importancia, ya que ayudó a envolver todo en un gran ambiente mágico.
Poco a poco y tras semanas de intenso trabajo el sueño se hizo realidad y toda esta locura tuvo sentido.
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